Si los coches que se interponen impertérritos entre la lente y lo que queremos fotografiar suponen -en la mayoría de los casos- un inevitable fastidio, ya los cables no digamos. Los odio. Esos paisajes bucólicos, con sus románticas veredas; esos amaneceres de bajamar, con sus barquitas posadas sobre la arena húmeda; esos monumentos histórico-artísticos, con su trabajada y misteriosa belleza..., se ven gravemente alterados en su interés fotográfico por culpa de los cables que cruzan de aquí allá suspendidos en el aire o pegados en las fachadas.
Los cables de esta fotografía no estropean nada, pues nada hay de interés fotográfico quebrado por su inoportuna presencia, pero la chapuza realizada por algún «profesional» en esa caja de conexiones esta vez los hace protagonistas.
Fotografía tomada el 20 de enero de 2010 a 10:53h.